Alguien me dijo una vez: ¿Te has fijado que donde más celebraciones religiosas hay, procesiones afamadas incluidas, es donde proliferó en su día un grupo importante de conversos judíos o moriscos? ¿Sería para despistar a los del Santo Oficio con una conducta libre de sospecha?
Porque nadie dudará de la fama de los eventos festivo- religiosos de Sevilla, Córdoba, Granada. Toledo, Valencia, Murcia, Zaragoza, Plasencia, Tortosa, Hervás… ni tampoco de sus preciosas juderías.
Los cristianos nuevos tenían que esforzarse para parecer devotos ante los ojos de los cristianos viejos y no ser calificados de “marranos”, o sea de fingir ser cristianos y seguir en la clandestinidad practicando su antigua fe.
Nadie estaba libre de sospecha y la Inquisición estaba alerta ante cualquier denuncia de herejía presentada por cualquier vecino.
Desde el edicto promulgado en 1492 por los Reyes Católicos, siendo Torquemada Inquisidor General, donde se expulsaba de tierras españolas a los no conversos, se creó un ambiente de intransigencia y vigilancia, donde cualquiera podía ser denunciado y procesado y hasta condenado si se demostraba su delito de herejía. Vienen a cuento aquí las divagaciones literarias de Quevedo donde arremete en afamados versos contra Góngora al que acusa solapadamente de falso converso:
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
porque no me las muerdas, Gongorilla,
(…)
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
(…)
¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega?
(…)
¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía, cosa que tu nariz aun no lo niega?
(…)
Para ser admitido en muchos trabajos era necesario acreditar la “limpieza de sangre”, es decir demostrar ser cristiano por los cuatro costados, para ello había que presentar siete partidas de bautismo (la propia, las de padres y abuelos). Eso se mantuvo durante mucho tiempo. Todavía a principios del siglo XIX, Fernando VII estableció que ningún caballero de orden militar se podía casar sin demostrar la “pureza de sangre” de la novia. (Códigos Españoles Tomo X. Pagina 225. Citado en Wikipedia )
(Sobre el tema de los judíos en España también se puede consultar alguna entrada de algún blog amigo, como por ejemplo el de Kassiopea)
Y qué decir de las listas de apellidos que elaboraba la inquisición a partir de sus penitenciados y de los censos de las juderías. Apellidarte en ciertas épocas “Cáceres”, "Cabrera", "Pérez", "Amorós", "Mateos" o “Bermejo” - o "Franco" o "Fraga", ojo al parche- era ponerte en el punto de mira del xenófobo de turno.
¿Tienes sangre judía?